miércoles, noviembre 14, 2007

Cuerpos Inestables

>> ver galería de imágenes

CUERPOS INESTABLES es un título-disfraz. Un disfraz, como una máscara, no es una pantalla que oculte la verdad interior, sino una piel que muestra -mediante el artificio la apariencia y la construcción- algo que de otro modo se nos escaparía, algo si no verdadero al menos sí real.


Un cuerpo inestable es un ente enfermo, es algo así como un zombie. Siempre me gustaron los zombies, igual que las fotografías. De hecho se parecían entre sí, ambos portaban la pulsión de la muerte, y ponían de algún modo en cuestión dicha categoría, la dicotomía vida-muerte, al tiempo que destilaban esa dosis de terror que supone una disidencia con lo humano. Estas naturalezas muertas, en descomposición, participaban de un espacio-tiempo divergente, criminal y en cierto modo contagioso.

El zombie y su condición errática deviene una idea básica para definir mi relación con el medio , y una nueva forma de trabajar. He buscado una relación inestable con el mundo, poniendo como única condición hacer máquina con la imagen, sea cual fuera. La imagen como forma específica de existir, como una forma de privatizar lo público (pero no al modo en que el poder acostumbra a hacerlo). Deslizarse por la piel del mundo. Hacer imagen, sacar al zombie, al muerto-vivo. Poner en juego el apetito visual en un estado primario, propiciando el milagro del no-muerto, del no-vivo, de la suspensión, de la denegación –de la vida y de la muerte.


Me gusta además la metáfora de ese cuerpo serie B porque viene a invocar de algún modo en el imaginario colectivo -en clave terror/humor- el último eslabón en la evolución del homo economicus y el homo políticus, toda una antropología de la enfermedad.

Espacios capitalistas discurren junto con paisajes crepusculares y lejanos, constructos y clichés de nuestra idea de naturaleza. De este modo me hago con un repertorio de trozos a la deriva. Trozos que funcionan. Luego, en un espacio de postproducción busco en ellos un devenir cinematográfico, construyo mediante series relacionadas una narrativa abierta,. Una apertura hacia una realidad virtual que, como dice Zizek y como saben los zombies, equivale al reino de la perversión.

En cuanto a la obra de video presente en la muestra -Tres finales o Wings o Paisajes del escape- trata sobre la necesidad de escape y sobre el cine insertado en nuestra psique, como el más potente dispositivo narrativo que hace efectiva esta necesidad ritual. Reflexiona sobre la telepresencia, sobre la vida en la pantalla, la pantalla en la vida. Prótesis de alteridad y a la vez dispositivo hipnótico, donde el individuo es capaz de vivir tantas vidas como quiera, de crear tantos mundos como desee, de intercambiarse por otro.

La virtualidad, señalada por la bifurcación, por los tres finales propuestos -apertura a la multiplicidad de posibilidades- es invocada como potencia, como parte absolutamente indisociable del tiovivo icónico que da sustancia a nuestra memoria, a nuestro ser. Además se pone en juego la naturaleza de la duración. A las tres pelis hemos llegado tarde: llegar tarde, llegar a ver las ultimas escenas es en sí la forma de accede a siempre a la historia, a la narración. Es por ello a pesar de ser una instalación de video, una obra muy fotográfica, una reflexión sobre la naturaleza de la imagen fotográfica cuya condición es la de un escenario del crimen, un lugar al que siempre se llega tarde, un set de indicios para reconstruir la historia. Así el final o los finales se revelan no como conclusión, sino como desencadenante de hipótesis hacia atrás, o mejor aún, como memoria del futuro.