jueves, enero 20, 2005

Eternidad en 0,001 segundos



Hay una parte de La Jeteé de Chris Marker que me toca especialmente a nivel visual. Es el último encuentro que el protagonista, viajero del tiempo, tiene con su amada. Ocurre en un Museo de Historia Natural de París, los dos pasean solitarios entre animales disecados: es la pareja en el paraíso, un paraíso artifical -el único posible.


El recurso de la foto fija mediante la cual se construye todo el film adquiere nuevas resonancias en este fragmento del museo -ese espacio de almacenaje que inventó el pensamiento moderno, foto fija, album de la historia, como respuesta ante el vértigo de la aceleración inminente del mundo... espacio para fijar, etenizar el flujo del tiempo. Los animales disecados, verdaderos still lifes, literalmente naturalezas muertas o más bien vidas congeladas.. Esas fotos fijas elevadas al cuadrado, curiosamente, por efecto de autoanulación parecen extrañamente vivas, animadas... los linces parecen parecen mirarnos, a punto de saltar desde la eternidad, observando a esa otra still life que es también la pareja que vemos, Adán y Eva en el paraíso, el retrato binario de la felicidad, que sólo se da desde la eternidad, como foto fija, velocidad 1/100

lunes, enero 17, 2005

naturalezas muertas, vidas congeladas



Desmadejarse. Desgajarse en multiples direcciones. Es este el modo que tiene el acontecimiento de darse al mundo.

Un momento que insiste en permanecer en mi memoria, a modo de bodegón transmutado en retrato de familia: llegar a casa, mirar hacia el jarrón en la mesita de la entrada y ver los encarnados pétalos esparcidos sobre la mesa. Como si algo se hubiera manifestado en un tiempo de ausencia, en un instante secreto, y ahora nos ofreciera sus señales a los ojos, fragmentos de la escena del crimen.

El acontecimiento ha tenido lugar. Se desparrama en el mundo. Desorden sobre la mesita perfecta de mi madre-de caoba brillante, los pétalos caídos, interrumpiendo el rectilíneo brillo de las bandejitas de plata con inscripciones.

La naturaleza muerta es el tiempo, como decía Deleuze en su Imagen-Tiempo, pues todo lo que cambia está en el tiempo, pero el tiempo mismo no cambia, no podría cambiar él mismo más que en otro tiempo, hasta el infinito.

martes, enero 11, 2005

amor cyborg (la peli china)

La plaza recorrida, habitada, un domingo lleno de luz, y de ecos. Lejos, al fondo, un grupo de mujeres futbolistas de melenas negras, peruanas tal vez, juega bajo los aros de baloncesto. Los niños corren bajo la zona de columpios, la gente en los bancos lee, mira, toma el sol. Es una plaza pequeña, de barrio, delante de un colegio. Cerca un padre vietnamita filma a su hija subida en un patinete eléctrico. 11 años. Va y vine por la plaza, inventando recorridos para su padre, que sostiene firme la cámara sin perderse ni un instante. De la cámara sale música, una música indudablemente oriental, eléctrica, -sonido opaco algo estridente, volumen demasiado alto- puesta a modo de banda sonora. Al cabo de tres vueltas más el ir y venir de ella toma sentido, se hace redondo y brillante, casi sublime. Toda la plaza es un tejido conectado, una trama de luz, sombra y sonido fluyendo. Ella sonríe entregada al baile desde el zumbido de su patín cada vez que pasa cerca, ante la cámara musical que sujeta su padre. Es una película bellísima.

lunes, enero 10, 2005

Micropolíticas



¿Atrapar la mosca?. No, quizás tocar la mosca. Acariciar la mosca. Tender un dedo hacia su cuerpo. Señalarla. Dejarle mi piel. Alfombrarla.

Torcer los ojos hacia una esquina: dos puntos negros y raudos pasan volando. Como dos flechas, señalan. Pupilas como moscas. Allí, donde ya estoy mirando, donde todos no podemos dejar de mirar, sucesivamente. Un dedo señalando allí-allí –allí y allí, se posa sobre las cosas. Y los demás-ojos-enjambre le seguimos inevitablemente en multitud curiosa y ávida.

No por mucho tiempo permanece en el mismo lugar. Al menos eso parecería. Pero el tiempo que rige su universo no es el mismo que el de nuestro segmento, sin duda.
Acariciar las superficies, descubrir siempre nuevas maneras en que se disponen las partículas de los cuerpos. Infinita deleitación molecular, revolución táctil.