martes, abril 15, 2008

Cuadrado negro



Muerte en pantalla. 3 (100 x 67 cm. c/u)


Walter Benjamin hablaba del modo en que en el siglo pasado se da la desaparición de una experiencia cercana de la muerte. La imagen que el propone es decisiva: antes no había casa ni habitación en una casa donde no hubiera yacido un muerto. La gente experimentaba la muerte de cerca, era algo mucho mas cotidiano, mas ligado a la vida. En el mismo texto Benjamin habla de la muerte como un fondo de riqueza colectiva, una experiencia necesaria, algo que está ligado intimamente a la memoria, a la narración.

En esta sociedad profiláctica en que vivimos esa experiencia de la muerte se ha enfriado enormemente. El discurso medico higienista se une a una rigurosa e ineludible organización comercial del evento, que pasa a ser un trámite más de la vida reglada y regida tan sólo por principios utilitarios y productivos. Además la muerte, y por ende la vejez no interesan en una sociedad que desea ser eternamente joven, instantánea, y amnésica. La muerte se escamotea de nuestras vidas y se sitúa como desgracia o injusticia lejos en el “tercer mundo” o en las zonas de conflictos bélicos.

Por estos motivos un encargo de participación en una expo ( "Siempre son otros los que mueren") que me hiciera pensar el la muerte propia (era el "encargo" de la exposición), resultó, desde el principio muy rico, todo un lujo.

Hay un ejercicio de reflexión o desdoblamiento intrínseco al hecho de pensar en la muerte propia que en este caso se da de forma literal. Utilicé la pantalla de la TV como superficie donde encontrar mi reflejo y el de mi hija. Esta superficie gris en es hoy por hoy emblematica, es todo un símbolo de nuestra sociedad y del su modo de mirar y de pensar (este modo amnésico, instantaneo, fragmentado y profilactico). Encuentro que la pantalla apagada, en silencio, tiene una enorme fuerza de muerte.

Me planteé primero que nada hacer un retrato de mi hija para hacer referencia al tema de la muerte a través de los hijos, algo que hablaba de la idea de “la entrega del testigo”, o la íntima unión entre la generación de la vida y la muerte. De este modo la obra es un tríptico pueden verse nuestros reflejos. Mi hija como reflejo o eco y yo como el suyo, ambas suspendidas en ese espacio que parece de líquido amniótico. Una especie de vuelta al útero o de limbo. Y finalmente, la cámara mirando a la superficie plana y silenciosa de pantalla. Cuadrado negro, after Malévitch.